viernes, 21 de octubre de 2016

Al pan, pan; y al pum, pum

 Con amor de madre, Roberta amasaba sin respiro el pan para los 53 chicos que atendía su comedor. Si bien el trabajo a veces resultaba arduo, la ayuda de su sobrina Natalia y las más de cincuenta sonrisas de agradecimiento eran suficiente motivación.
 Ambas mujeres, pero sobre todo Roberta, sentían cariño por un pequeño de ocho años llamado Javier, quien estaba jugando con los demás mientras esperaba la merienda.
 Pero la cocinera se sorprendió al sentir que la jalaban de su delantal y luego al ver que se trataba de aquel niño. Ella preguntó por qué había dejado de corretear con los demás para entrar en la cocina sin permiso y él respondió: “Quería preguntarte si me dejabas ayudarte acá. Es que, sin querer, maté a Rodrigo en el baño y me siento culpable”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario