jueves, 11 de octubre de 2018

El misterio del Vuelo AA-504DX


 Al vuelo AA-504DX le faltaban pocos kilómetros para llegar al aeropuerto de Victoria pero una tormenta de proporciones bíblicas complicó su trayecto. El avión enfrentaba turbulencias; los pasajeros se alborotaban y el piloto Jaime Rattazzi encaraba la situación con profesionalismo, pero también con miedo. Las azafatas, no menos atemorizadas que los viajantes, calmaban a quienes podían.
 Rattazzi sabía de todos los desperfectos que sumaba el Airbus producto de las inclemencias del tiempo y aun así ponía atención a las indicaciones que le llegaban de la base de control. No podía contar con el copiloto, pues este experimentaba un estado de shock.
 Pero las condiciones climáticas mejoraron y el vuelo aterrizó sin ningún inconveniente. Los técnicos del hangar constataron que la nave estaba en perfecto estado y cuando le preguntaron al conductor qué había sucedido, no supo responder.

sábado, 11 de agosto de 2018

Ella trajo un milagro

 Estefanía se sentía algo frustrada porque la zona a la que viajó - a fuerza de aventón - era mucho más árida de lo que esperaba. Se enteró, al poco tiempo, que una sequía fue la responsable de convertir las praderas verdes que había visto por internet, en llanuras casi desérticas.
 Con mucha dificultad, la joven logró que la gente de aquellos pueblos, que era muy temerosa de los desconocidos, contara interesantes detalles de su vida y del lugar. Pasó poco tiempo para que llegaran a apreciarla y para todos fue muy triste su partida, tres semanas después.
 Apenas volvió a su casa, Estefanía recibió el llamado de uno de los pobladores, quien le dijo que su visita fue el preludio de un verdadero milagro: había empezado a llover.

viernes, 6 de julio de 2018

Larriera, compadre


 Osvaldo Larriera fue una gloria del fútbol en su ciudad. Era un tipo de 54 años, honesto y respetado en el ambiente deportivo pero que ahora tenía una carrera como director técnico que pendía de un hilo, producto de los malos resultados en la última temporada de la liga local.
 El presidente del club que dirigía le había dado una última oportunidad para conservar su puesto: debía ganar el partido definitorio, que decidiría si el equipo conservaba o no su categoría.
 Llegado el día del encuentro, los dirigidos por Larriera comenzaron con el pie derecho, pues anotaron un gol a los cinco minutos. Pero luego se fueron al descanso con un empate y terminaron perdiendo 3-1. La hinchada completa se acercó al alambrado para putear a Osvaldo y el presidente lo miró con odio a través de un ventanal.
Larriera se sintió frustrado, pero solo hasta que recordó que, además de DT, también era el presidente de la comisión deportiva de su ciudad.

sábado, 26 de mayo de 2018

Inversión


 Los políticos y empresarios más importantes de la ciudad debatieron durante días sobre si el magnate Alfonso Pieragostini, oriundo de la ciudad capital, debía o no convertirse en el principal inversor del proyecto del gran hotel municipal. La desconfianza de los opositores a la idea radicaba en las incontables sospechas de corrupción que acumulaba el empresario pero, finalmente, la mayoría optó por darle el visto bueno.
 Dos años más tarde, durante el evento de inauguración del Hotel Palace, las personas congregadas esperaban el discurso de Pieragostini pero nadie sabía dónde se encontraba. Una empleada de servicio fue mandada a revisar el cuarto donde se alojaba el hombre, pero este no respondió a la puerta. El pánico de la mujer y de los demás afloró cuando lo encontraron colgado en el baño, con un cartel pegado a su camisa que rezaba: “Mi regalo para todos ustedes”.

jueves, 10 de mayo de 2018

El día en que se pinchó la diversión


 Aquel día era igual a todos: la maestra hablaba y hablaba y como la atención nunca fue uno de mis fuertes, me centré en una compañerita nueva para convertirla en el objeto de mis travesuras. Ella se levantó al pizarrón a escribir no sé qué cosa por pedido de la señorita, así que yo aproveché para ponerle un alfiler en el asiento. El grito que pegó fue épico, pero nadie salió en mi defensa cuando fui el único acusado.
 Me llevaron a la dirección, por supuesto. Don Cosme Mártinez, el viejo puto que manejaba la escuela, me miró con odio y me hizo una sola pregunta: “Pero, ¡¿cómo se le ocurrió lastimar a mi nieta?!