Con mucha dificultad, la joven logró que la gente de aquellos pueblos, que era muy temerosa de los desconocidos, contara interesantes detalles de su vida y del lugar. Pasó poco tiempo para que llegaran a apreciarla y para todos fue muy triste su partida, tres semanas después.
Apenas volvió a su casa, Estefanía recibió el llamado de uno de los pobladores, quien le dijo que su visita fue el preludio de un verdadero milagro: había empezado a llover.
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