Los políticos y empresarios más importantes de la ciudad debatieron durante
días sobre si el magnate Alfonso Pieragostini, oriundo de la ciudad capital,
debía o no convertirse en el principal inversor del proyecto del gran hotel
municipal. La desconfianza de los opositores a la idea radicaba en las
incontables sospechas de corrupción que acumulaba el empresario pero,
finalmente, la mayoría optó por darle el visto bueno.
Dos años más tarde, durante el
evento de inauguración del Hotel Palace, las personas congregadas esperaban el
discurso de Pieragostini pero nadie sabía dónde se encontraba. Una empleada de
servicio fue mandada a revisar el cuarto donde se alojaba el hombre, pero este
no respondió a la puerta. El pánico de la mujer y de los demás afloró cuando lo
encontraron colgado en el baño, con un cartel pegado a su camisa que rezaba:
“Mi regalo para todos ustedes”.