jueves, 3 de noviembre de 2016

La preciada fábrica de arpegios

  Ernesto tenía una casa de instrumentos musicales, heredada de su abuelo. Allí vendía con gran variedad y pasaba mañanas y tardes conversando con clientes que le resultaban amigables.
 Entre las guitarras del lugar solamente una no tenía precio, por el hecho de haber pertenecido al fundador del negocio. Era la más codiciada y también la mejor y más antigua de todas.
 Un día llegó un hombre joven, vestido con traje y  solicitó a Ernesto ver aquel objeto invaluable y, aunque este accedió a su pedido, dejó en claro que no se vendía. El comerciante sintió curiosidad y preguntó a la persona el porqué de su interés. Él le contestó: “Yo fabriqué esta guitarra hace exactamente cien años”.

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