Pocas personas son merecedoras del título de “adicto a la lectura”, y
Roxana era una de ellas. Podía pasar semanas enteras explorando géneros
literarios tan diversos como las comedias románticas y los thriller
psicológicos. Era una adolescente introvertida, casi sociópata.
Una tarde de martes, en que ella se
encontraba sola, escuchó un ruido extraño que la paralizó. Era un sonido
tétrico que no se comparaba con nada que ella recordara. Tuvo el valor para
soltar su libro y mirar por la ventana, pero no vio nada. Luego fue al comedor
de la casa, donde solo había silencio hasta que el ruido en cuestión dijo
presente otra vez y la obligó a gritar. Pensó que en la cocina se sentiría
mejor.
Pero en allí volvió a escuchar eso
tan paralizante y no una, sino cinco veces. La joven corrió por toda la casa
sin encontrar escapatoria, hasta que dio con una puerta que conducía al jardín
de atrás, donde descubrió el origen de aquello tan perturbador: era un pájaro.