sábado, 21 de octubre de 2017

Es Santiago


 Existe un lugar en el mundo, cerca de donde este termina, a donde va a parar todo lo que se dice sin pensar o pensando mal. Es un sitio gris y pestilente que se ve colapsado por la monotonía. ¿Cómo es, ante los ojos de cualquier mortal, ese lugar? Se aprecia como una montaña de mierda huérfana, porque nadie quiere hacerse cargo de ella, ni legal ni socialmente.
 Las palabras se entrecruzan y se pelean para ver quién es más irresponsable, grotesca, apresurada o malintencionada. Es una puja complicada, porque son muchas las candidatas a ganar la contienda.

 Sin embargo, en otra punta del globo, se esconden lágrimas de personas a las que nadie escuchó (o quiso escuchar) llorar. En comparación con la montaña de mierda, estas tienen una ventaja: se mezclan fácilmente; las nuevas son siempre bienvenidas y todas juntas acostumbran llorar al unísono. Este lugar de la tierra es siempre húmedo y triste y sus protagonistas rara vez se van de allí. Su único entretenimiento es adivinar a quién pertenece cada gota y si esta es sincera o fingida.

 Pero  en el otro sitio, la montaña de desperdicios se queda ahí hasta secarse. De todos modos, eso nunca pasa. Siempre hay nuevo material y, algunos días, los bordes colapsan. En el medio de ambas ubicaciones, está la figura muy borrosa de un joven llamado Santiago Maldonado.


DIFÍCIL

 Es jodido hablar cuando, hasta hace unos días, pensabas que estaba todo dicho. Es triste imaginarlo así, pero es lo que la mega artillería mediática nacional a veces hace creer. Igualmente, cuesta bastante aportar algo que sume y no reste, yo me limitaré a mandar de viaje a unas cuantas lágrimas, que seguramente se encontrarán a otras compañeras en el camino.

 También es complicado pensar en el amor a un país y a su gente cuando es desde allí de donde surge tanto desperdicio cloacal. ¿Se puede llorar sin putear? ¿Cómo harán algunos para seguir hablando? ¿Por qué tengo un nudo en la garganta por la muerte de alguien a quien no conocí y supuestamente era un hippie roñoso que era Mapuche pero no era Mapuche, estaba en Chile, había sido visto por todos pero nadie pudo encontrarlo durante 78 días? Y lo más importante: ¿Por qué hago preguntas que no sé si quiero que me respondan?

 Si esta gente, nuestra gente, logra algún día pensar las cosas en forma distinta y animarse a replantearse lo que considera obvio, quizás aún tenga salvación. Pero es de pelotudo pensar en esa posibilidad sin que la sociedad toda conozca cómo una redacción o un micrófono puede transformar las convicciones, para bien o para mal. Parece que no sirvió la época de los milicos como aprendizaje; no bastó el menemismo (¿puedo nombrarlo? ¿no hay ya, suficiente yeta?); no sirvió tampoco una década en la que el pensamiento de la gente sobre el gobierno cambió abruptamente (¿por magia?) y pasó de ser la salvación a lo peor de la historia.

 El problema es un Estado conservador. No me refiero al gobierno, ni a este o a los anteriores, solamente. El problema sos vos, que te quedaste en el tiempo; es tu idea imbécil y malaleche de que todo tiempo pasado fue mejor y de que sos más que otros por tener algunas canas. Pero todos están en lo suyo, yo también. El ritmo de vida que vos justificás es el que te tiene ocupado para que no veas lo que pasa ni reflexiones en qué medida podría cambiar todo si abrieras tus brazos a cosas nuevas.

 Fue el juego perfecto, ellos ganaron otra vez. Venció la sociedad retardataria que roba juguetes y mete palos. Pasó lo que durante 78 días temimos y a las palabras no se las llevó el viento, te las quedaste vos y ahora va a costar encontrar un lugar donde meterlas.

 ¡Apurate! Por ahí quede suficiente espacio en la montaña de mierda, o sino guárdalas en tu conciencia. A fin de cuentas, vos sabrás decir si hay o no una verdadera diferencia entre ambos rinconcitos.


Iván Catalán 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario