María Eugenia estaba harta de soportar los berrinches en público de su hijo Tiziano, de dos años. Necesitaba hacer una compra en una estación de servicio, así que prefirió dejarlo en el auto, aunque bajo el estricto juramento de que se portaría bien durante los minutos en que ella estuviera ausente.
La tarea de la mujer duró aproximadamente ocho minutos, por lo que salió del minimercado de la estación con bastante prisa. Pero su sorpresa y desesperación fueron grandes cuando se dio cuenta que su pequeño ya no estaba en el vehículo. Desesperada, pidió ayuda a los playeros, con quienes revisó la parte trasera del lugar. Sin éxito en la búsqueda, y con lágrimas de desconsuelo, volvió junto a los empleados a la zona donde estaban antes.
La dicha de María Eugenia no cupo en su pecho cuando encontró a Tiziano parado en la playa de estacionamiento. Pero, el que había desaparecido ahora, era su auto.
La tarea de la mujer duró aproximadamente ocho minutos, por lo que salió del minimercado de la estación con bastante prisa. Pero su sorpresa y desesperación fueron grandes cuando se dio cuenta que su pequeño ya no estaba en el vehículo. Desesperada, pidió ayuda a los playeros, con quienes revisó la parte trasera del lugar. Sin éxito en la búsqueda, y con lágrimas de desconsuelo, volvió junto a los empleados a la zona donde estaban antes.
La dicha de María Eugenia no cupo en su pecho cuando encontró a Tiziano parado en la playa de estacionamiento. Pero, el que había desaparecido ahora, era su auto.